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domingo, 22 de febrero de 2009

Días de infierno en una patera

Un cadáver flotando sobre la mezcla de agua, gasolina, vómitos y orines que inunda una patera a la deriva. Hacinados junto al muerto y con el agua a la cintura, el hermano del fallecido y otros 33 jóvenes subsaharianos luchan por sobrevivir sin comida, ni nada para beber en la estrecha barca de apenas seis metros de longitud, perdidos, de noche y en medio de un temporal con olas de más de metro y medio de altura... El infierno no puede peor a lo que han vivido los 34 jóvenes supervivientes que ayer fueron rescatados en una patera, a ocho millas al sur de la Costa granadina (unos 20 kilómetros). Llevaban más de dos días en el mar.

Apenas cinco días después de que 25 inmigrantes, entre ellos niños y una embarazada, murieran ahogados a 20 metros de las costas canarias, Granada tomó el testigo del drama de la inmigración ilegal y reprodujo la tragedia con la pérdida de una vida humana. Salvamento Marítimo y la Guardia Civil impidieron que los otros 34 corrieran la misma suerte.

Los jóvenes supervivientes llegaban al Puerto, a bordo de la embarcación de rescate, pasadas las once y media de la mañana. Lo hacían desolados, con el dolor contenido en sus caras llenas de sal, con quemaduras en la piel, vestidos con sus mejores ropas pero empapados y con todo su equipaje colgado en pequeños bolsos plastificados para protegerlos del agua.

Temblando
El primero en desembarcar, ayudado por Salvamento Marítimo y la Guardia Civil, era el joven subsahariano que perdió a su hermano en la travesía. Lo hacía temblando. Apenas podía tenerse en pie, tampoco hablar. Los voluntarios de Cruz Roja que le atendieron comentaron que estaba «destrozado psicológicamente». Con toda probabilidad fue él el que evitó que sus compañeros cumplieran la tétrica ley de las pateras y arrojaran el cuerpo del fallecido al mar.

Los rescatadores de Salvamento Marítimo dibujaron un escenario absolutamente dantesco cuando llegaron a socorrer a los náufragos. «Ha sido un rescate durísimo, había muy mala mar. Los ocupantes, con el cadáver flotando a bordo, estaban muy nerviosos», relataba ya en el puerto Juan Carlos Rodríguez de Vera, patrón de la embarcación que salvó la vida a los 34 jóvenes, la Salvamar Hamal. La rotura de un cabo por las olas de más de metro y medio dificultó un rescate en el que también los profesionales de Salvamento Marítimo se la jugaron.

Los propios inmigrantes alertaron a los servicios de emergencias españoles cuando se vieron perdidos, a primera hora de la mañana. Al mediodía, el juez procedía al levantamiento del cadáver. El joven fallecido tenía unos 30 años y llevaba bastantes horas muerto, por lo que pudieron apreciar los servicios de rescate.

Los voluntarios de Cruz Roja se volcaron, como lo hacen siempre, para prestar ayuda humanitaria al grupo. Especial atención brindaron al hermano del fallecido, que nada más llegar tomaba una ducha para que más tarde le pudieran curar las heridas externas. A las internas, las que ya nunca cicatrizarán, los voluntarios sólo pudieron untarle humanidad y cariño. La educación y nobleza de la que hacen gala estos jóvenes subsaharianos, pese a haber pasado por una situación extrema, no deja de impresionar a los voluntarios y agentes de las fuerzas de seguridad que les custodian. «En francés o en inglés, siempre tienen en la boca una palabra para nosotros: Gracias».

Publicado en el diario Ideal de Granada
Autor: M. Navarrete

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