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viernes, 20 de febrero de 2009

"Nos decían que podíamos llegar a Europa andando"

El pasado domingo, 32 personas veían en el horizonte el relieve de la isla de Lanzarote. Cuando pensaban que su largo viaje estaba a punto de llegar a buen puerto, su embarcación naufragó: 25 de ellos no sobrevivieron. 20 minutos ha querido adentrarse al drama de los miles de africanos que intentan llegar a Europa de este modo y ha encontrado en Madrid a una joven de Costa de Marfil que llegó a Canarias en patera hace ya dos años.

Assiata Keita no se imaginó nunca lo profética que resultaría una pregunta que le hizo un profesor suyo en el colegio, allá en su país. "Me preguntó cuál era el país de mis sueños y respondí que España. No sabía muy bien por qué pero había oído hablar español y me gustaba". Sus compañeros se burlaron de ella porque en aquellos tiempos "muchos pensaban en mi país que España era más pobre que Costa de Marfil". Esta marfileña trabajaba de ayudante de contable en una tienda de repuestos y "comerciando". No pasaba hambre y rompe esos tópicos de que todos los inmigrantes vienen porque no tienen nada. Ella huyó de su país por el estallido de la guerra civil que asoló su tierra desde 2002 hasta 2007, de manera oficial.

Entonces, junto a muchos compatriotas y su prima, empezó un viaje caminando hacia Mali que le llevó "casi un mes". En Mali su prima y ella se instalaron. Empezaron a trabajar y se echaron novio, pero pronto les empezaron a hablar de Europa. "Nos decían que podíamos llegar andando a Europa, nos mostraban el mapa y nos señalaban una distancia muy pequeña entre la costa de África y la de Europa. Yo no los creía."

Ella no tenía los aproximadamente 2.000 euros que le pidieron, pero hubo gente que la ayudó. No recuerda con seguridad cuanto le costó la travesía, pero afirma que fue "mucho, muchísimo dinero. Y había que tener cuidado a quién elegías, había mucha gente que se quedaba el dinero y tú no viajabas". Entonces su viaje continuó. Sólo llevaban agua y comida y viajaron a píe, en autobuses, en 4x4, ocultándose por el día, huyendo de las autoridades. Así pasaron a Argelia y luego a Marruecos hasta llegar a la costa occidental de Marruecos, cerca de la frontera con Mauritania.

Desde que salió de su país, Assiata había recorrido unos 3.600 kilómetros, más de la distancia que separa Cádiz de la capital danesa, Copenhague. Y dos años de su vida. Pasaban el día escondidos entre arbustos, "tenían muchos pinchos pero había que estar escondidos porque había helicópteros buscando a gente como nosotros", y por la noche salían a "fabricar su patera". Para esa tarea, los hombres de la red que les había traído desde Mali tenía a un "marroquí negro" ayudándoles. Cuando terminaron les cargaron a ellos y a la embarcación en coches y fueron hacia la costa.

En la playa, les pusieron dos motores a la embarcación, "tuvimos suerte en ese asunto", asegura Assiata, les dieron pan, agua y sardinas y a los chicos les dieron brújulas y les indicaron la dirección a seguir. "Nos dijeron dónde estaban los guardas costeros y nos comentaron que algunos sabían que íbamos a pasar. Después nos dieron cinco minutos para meter la patera en el agua. Empujamos y empujamos y cuando logramos meterla...¡Estaba llena de agua!".

Assiata se ríe al recordarlo, pero esos no eran sus sentimientos aquella noche. "No puedo explicar lo que se vive en esa situación" asegura. Ella sintió y miedo y se puso a gritar "Por favor, regresemos" pero la pegaron y la subieron a la patera. "Íbamos 48 personas en una patera muy pequeña, no es como los cayucos, que salen de Senegal y son más grandes", relata. Era la primera vez que Assiata navegaba y el mar le impresionó: "No es sólo agua". Salieron como a las 19 horas y al rededor de las 18 horas una patrullera de la Guardia Civil les recogía. "Pensábamos que ya habíamos llegado", asegura esta marfileña "porque ya veíamos las montañas de Fuerteventura".

"Viviría mejor en mi país"
Años después de aquello, Assiata confiesa que valió la pena, aunque sólo "cuando tenía trabajo, sí, pero ahora no pienso lo mismo." Dos años después de aquella odisea, esta joven africana vive en Madrid, en una habitación alquilada con su hija de 17 meses y el padre de ésta. Aunque solicitó asilo, sólo se le concedió protección humanitaria. En este tiempo ha hecho cursos, ha trabajado en almacenes, tiendas y como peluquera, pero ahora no tiene trabajo. "Por eso ahora mis hermanitos no pueden ir al colegio ahora".

Con su familia habla por teléfono y les intenta desmontar la creencia de que "duerme sobre dinero". Madrid le gusta aunque cuando llegó "pregunté dónde estaba el barrio donde vivían los políticos como en mi país y le dijeron que vivían en todos los barrios y que aquí todos eran iguales. ¡Madre mía!". Assiata lo tiene claro. Si no hubiera sido por la guerra no se habría ido de su país. Allí no era rica pero vivía bien y además, "por mi forma de ser me gustaría más vivir allí". Sin embargo, todavía no va a regresar, su familia le dice que aunque la guerra oficialmente no ha terminado hay mucho miedo y poca seguridad. "Mi país es muy inestable" asegura, "ahora es imposible regresar". Sin embargo, cuando su hija sea más mayor y tenga algo de dinero volverá. "Tendré un título europeo, hablo español y francés. No tendré problemas en encontrar trabajo".

Publicado en el diario 20 minutos
Autor: David Yagüe
Foto: Jorge París

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