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viernes, 8 de mayo de 2009

Héroes anónimos

"Soy Serigne Mbaye, inmigrante africano, de Senegal, casado y con 3 hijos, que ha logrado cruzar la Frontera Sur". Así se escribe la historia de uno de los miles de sin papeles que han arribado ilegalmente a Canarias en la última década. La mayoría no pasó de ser una mera estadística, un número o una ficha de la que ahora apenas queda rastro.

Esta semana, el Servicio Jesuita a Migrantes de España (SJM) presentó un informe en el que desmenuzaba el mapa "real y no físico" de las fronteras de Europa debido a las nuevas políticas de control de la migración promovidas por la UE, que han provocado una notable reducción de las llegadas de cayucos al Archipiélago. En colaboración con las ONG Entreculturas y Alboan, el SJM denuncia que "la externalización de las fronteras está generando bolsas de población irregular en países en tránsito, donde se vulneran los derechos fundamentales de los migrantes". Para ilustrar sus denuncias, en el documento los Jesuitas incluyen testimonios como el de Serigne Mbaye, un senegalés que arribó en cayuco a Tenerife el 22 de mayo de 2006. Serigne relata que llegó a una tierra "de esperanza y paz, que era lo que pensaba que era Europa". "El viaje, son días de riesgo, días en que hemos apostado nuestra vida, nuestros sueños por un mundo mejor. Es un viaje sin apenas comida y agua, no sabíamos si los motores eran suficientes, si la gasolina era suficiente", agrega el inmigrante africano.

"Tuvimos que irnos a alta mar para salvar la vigilancia, primero de los guardias de Senegal y de Marruecos y luego de la Guardia Civil española. Teníamos un susto de muerte. Frecuentemente uno gritaba, había pánico, muchos tenían miedo porque era difícil de soportar la dureza del viaje", agrega Serigne Mbaye. Su odisea, no obstante, no terminó cuando la expedición tocó tierra. "Cuando llegamos a Tenerife nos cogió la Guardia Civil y estuvimos tres días en la comisaría para poder expulsarnos. Pasamos a un centro de internamiento para esperar 40 días a ver qué pasaba con nosotros. A unos los han expulsado, otros como yo hemos tenido más suerte. A mí me enviaron a Madrid", incide.

"Los que quedamos en libertad empezamos a buscarnos la vida y entonces nos dimos cuenta de que España no era lo que pensábamos. Tenemos que estar 3 años para los papeles y entonces poder trabajar. Cuando nos pillan en el top manta te pasas 72 horas en comisaría", denota Serigne, quien expone que "ahora, la cosa se ha intensificado; salen a darnos caza, nos tratan como delincuentes, nos mandan a comisaría, vienen de paisano. Hay controles selectivos: si hay un negro, se va primero a por él. Vienen a buscarnos hasta las puertas de los colegios de nuestros hijos. Hay días muy duros, pero también vivimos con esperanza y queremos que nos traten igual, como la gente, para tener un mundo mejor, el mundo que soñábamos antes de venir a España", concluye.

Reivindicaciones

Con este informe, el Servicio Jesuita a Migrantes -una red de entidades jesuitas dedicadas al estudio de las migraciones, a la acogida y formación de inmigrantes, a la promoción de una sociedad inclusiva, integrada e intercultural- pretende que el Gobierno español y la UE se comprometan a garantizar los estándares democráticos y jurídicos en los controles de la inmigración. Asimismo, el SJM-España apuesta por que "se defiendan los derechos de las personas migrantes en los países de destino, promoviendo la ratificación de la Convención Internacional para la Protección de los derechos de las personas trabajadoras migrantes y de sus familias". "La frontera española ya no está en Algeciras ni Canarias, se ha desplazado al Sur. Dedicamos para el control fronterizo cuantiosos recursos en dinero, medios técnicos y personal. Por eso, los que llegan son unos héroes", espeta Cristina Manzanedo, coordinadora del informe.

"Una vez inicias el camino, no hay vuelta atrás"

Con cerca de 30 años de experiencia, el Servicio Jesuita a Migrantes de España (SJM) trabaja junto al Servicio Jesuita a Refugiados en Europa para hacerse presente en África del Norte, donde colabora fundamentalmente con inmigrantes que tratan de llegar en cayuco a nuestro país y que han sido rechazados en frontera. Una de estas personas reconoce a un jesuita que intentará ir a España "cuantas veces pueda, porque aquí no hay nada y no puedo mirar así a mi familia". "No puedo morir sin intentar nada. Lo digo y lo repito. No escondo nada", agrega este inmigrante, cuyo testimonio se cita en el informe de la SJM. Esta persona subraya que probó el paso "cuatro veces". "Cada vez he tenido que pedir el dinero a personas diferentes. Hasta mi madre vendió su tierra para enviarme el dinero para pasar. Fracasé siempre. Ahora debo cerca de 8.000 euros a mis amigos y familia. ¿Cómo quieres que vuelva a mi casa? Dame tú el dinero y yo vuelvo mañana mismo, pero sin nada en las manos es imposible", insiste. "Voy a intentar pasar a Europa cada vez que se me presente la oportunidad. Debo hacerlo". "Una vez inicias el camino, no hay vuelta atrás. No emigras sólo tú, sino toda tu familia y tu pueblo. Si vuelves sin nada, parece que no has tenido el coraje de sacrificarte por tu pueblo y te rechazan. No eres nada. La gente de los pueblos reúne dinero para que emigren los jóvenes; y si tú eres el elegido, aceptas. Ésta es la historia de muchos de nosotros", concluye.

Publicado en el Diario de Avisos (Tenerife)

Foto: DA

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