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lunes, 19 de octubre de 2009

Un mar sediento

Soy un hombre con las pupilas inundadas de mar. Con huesos de salitre y piel salpicada de sol. Inspiro y el océano se me cuela en el cerebro. Atardece. En el aire encendido aún puedo oler rastros pegajosos de sangre. Poca cosa. Apenas jirones. No como antes, cuando masticábamos rojo. Rojo el mar. Rojo el barco. Rojo el cuerpo.

Una gota de sudor resbala por mi espalda. Cosquillea los músculos cansados. Amansa la tensión de la tarde. Es extraño, aún tensión. Después de cuarenta años en el mar, aún tensión. La piel se encrespa cuando emergen las redes enormes. El mar entero se eriza, como en un último estertor. Los atunes saltan, se arquean, buscando el impulso titánico que les libre de la muerte. Pero la vida queda atrapada en la maraña hasta que, en una última caída, se pierde en las entrañas gélidas del barco.

http://www.elpais.com/articulo/cataluna/mar/sediento/elpepuespcat/20091018elpcat_17/Tes

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