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viernes, 27 de noviembre de 2009

Esclavos del oro rojo en Birmania

Es conocida como sangre de paloma por su color rojo puro y sin manchas, tiene un valor superior al diamante y ha cautivado a las cortes reales del mundo desde hace ocho siglos. Los mineros del valle de Mogok buscan la codiciada piedra preciosa entre toneladas de barro, trabajando del alba al anochecer por una paga que, cuando llega, no siempre lo hace en forma de dinero. "Heroína", dice enseñando su boca desdentada Mahn Win Maung, un minero que lleva dos años trabajando en estas canteras. "A veces pagan en heroína".

El pago con droga garantiza que los trabajadores regresarán al día siguiente para extraer los rubíes que financian la dictadura birmana, esclavizan a miles de trabajadores y adornan los cuellos de las damas de la élite en los salones de Tokio, Milán o Nueva York. El destino de la sangre de paloma no podría contrastar más con su origen: la pobreza, el sida, las drogas y el estado de semiesclavitud convierten el valle de los rubíes, rodeado por las montañas de la frontera del estado de Shan, en un lugar sacado de otro tiempo.

Mineros con los torsos desnudos y pareos cubriéndoles de cintura para abajo trabajan hasta 14 horas bajo el sopor tropical, a menudo utilizando arcaicas poleas y montacargas de madera que provocan accidentes mortales. Los trabajadores deben acceder a las canteras metiéndose por estrechos agujeros de hasta un kilómetro de profundidad para después avanzar por cavernas que se extienden a través de una maraña de pasadizos.

No todos regresan del viaje a las entrañas de la Tierra. «Los mejores rubíes están en las zonas de más difícil acceso», asegura Bo, un ex oficial del Ejército que trabaja como encargado de una de las minas. «Pero no es tan arriesgado como parece. Hace tiempo que no perdemos a ningún hombre». El año pasado, 12 mineros murieron en un accidente.

La Junta Militar controla los yacimientos de Mogok a través de la Union of Myanmar Economic Holdings Ltd., un consorcio dominado a medias por el Gobierno y ex militares reconvertidos en empresarios. La empresa concede derechos sobre minas, explota otras por su cuenta y confisca la tierra de los campesinos locales para ampliar los beneficios.

Las mejores piedras se retiran del mercado y se ofrecen dos veces al año en subastas que tienen lugar en la antigua capital, Rangún, y que han generado entre 400 y 500 millones de euros en los últimos años, según fuentes del sector. "Todas las concesiones están en manos del Gobierno, sus aliados y los familiares de los generales", dice Soe Myint, miembro ejecutivo de la opositora Liga Nacional para la Democracia (LND).

Los mineros reciben dos cazos de arroz y algo de pollo al día, duermen hacinados en tiendas y son despedidos en cuanto la enfermedad o la debilidad reducen su productividad. La miseria de Mogok hizo que el valle se convirtiera en uno de los centros de la revolución del azafrán en septiembre de 2007, cuando el Ejército aplastó en las calles las marchas por la democracia lideradas por los monjes budistas. Nada queda ya de aquel espíritu que puso al régimen contra las cuerdas.

Las detenciones y la represión -cerca de 2.000 presos políticos se pudren en cárceles del país- han llevado a los mineros de Mogok a aceptar como imposible un cambio en su situación. "Se llevaron a varios de los más jóvenes y no les hemos vuelto a ver", asegura un minero procedente de la vecina Mandalay.

La venta de piedras preciosas es ya la tercera mayor exportación de Birmania -rebautizada como Myanmar por la Junta en 1989-, por detrás del gas y la agricultura. Ni las sanciones ni los embargos han logrado cortar el grifo de los ingresos de los militares, cuyas mansiones se erigen en mitad de la pobreza más absoluta en las afueras de Rangún, Mandalay o Naypyidaw, la nueva capital. Aung San Suu Kyi, la líder de la oposición y principal desafío a la dictadura, permanece bajo arresto domiciliario y su participación ha sido vetada en las elecciones previstas para el próximo año.

La comunidad internacional, que considera la cita electoral como una farsa para legitimar al régimen, ha tratado de golpear los intereses de los hombres fuertes de la Junta con sanciones que apenas han tenido efecto, en parte porque no han sido secundadas por los países asiáticos.

La India, Tailandia o China han aumentado su participación en la economía del país, dejando a un lado los Derechos Humanos y centrándose en los beneficios de una tierra con grandes recursos naturales. El presidente de EEUU, Barack Obama, ha decidido cambiar la estrategia con respecto a Birmania, iniciando un diálogo con los dictadores a la vez que mantiene las sanciones.

Farsa electoral
Washington renovó el pasado mes de julio las sanciones que en teoría impiden la exportación y venta de rubíes, zafiros o jade procedente del país. La medida, apoyada por los principales fabricantes de joyas del mundo -incluidas marcas de lujo como Cartier, Bulgari y Tiffany- ha tenido hasta ahora un efecto limitado. Los generales se saltan los embargos enviando la mercancía en bruto a terceros países, donde las piedras son pulidas, talladas y legalizadas con un cambio en su denominación de origen.

"Birmania produce el 90% de los rubíes del mundo y el 100% de los de mayor calidad. Es el único lugar donde se puede encontrar sangre de paloma. «¿De dónde van a venir esas piedras?", admite un intermediario de Mae Sot, una localidad tailandesa fronteriza con Birmania que se ha convertido en centro del comercio de piedras preciosas de la región.

El más valioso de los rubíes, admirado por su rojo saturado y sin ninguna tonalidad marrón o rosada, se busca en Mogok desde el siglo XIII y todavía hoy está considerado en Asia como una fuente de salud, amor, éxito y riqueza. La crisis ha logrado frenar levemente su demanda, obligando a los militares a cerrar una docena de minas y a despedir a cientos de trabajadores que han empezado a regresar a sus comunidades, extendiendo enfermedades como el sida y la tuberculosis.

La ONG Alternative ASEAN Network on Burma, en un informe sobre la situación de Mogok, asegura que "el rojo de los rubíes está bañado con sangre de jóvenes" y que la droga se usa para aumentar la productividad. "Se suministra con jeringuillas compartidas, extendiendo el VIH".

Al caer la noche en Mogok, en una tienda donde una decena de mineros comparten un espacio de apenas 30 metros cuadrados, varios jóvenes se disponen a fumar opio. Myine, uno de los veteranos de 52 años, ha perdido la mitad de sus dientes y un tercio de su peso desde que llegó a la ciudad hace dos años procedente de Mandalay. "No hay futuro. Antes podías optar entre trabajar en las minas o probar suerte por tu cuenta. Pero el Gobierno lo controla todo ahora. Si no trabajamos para él, ¿cómo podemos sobrevivir?", pregunta.

Publicado en el diario El Mundo

Autor: David Jiménez

Foto: D. Aubert

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