Estadísticas

Buscar este blog

miércoles, 11 de mayo de 2011

Los 'vaqueros' de Kuta

Distan mucho de ser John Wayne, y ninguno de ellos sabe lo que es un Colt 45. Tampoco son tipos duros, ni montan a caballo. Y la mayoría, ni siquiera fuma. Pero, aunque el oeste americano queda muy lejos para ellos, son unos auténticos cowboys. Son los llamados vaqueros de Kuta.

Su fama data de finales de los 90, cuando el boom turístico en Bali provocó una avalancha de turistas que aún hoy continúa in crescendo. Ellos, jóvenes en paro acostumbrados a la buena vida, vieron en las mujeres de mediana edad un filón con el que dar un giro a sus insípidas existencias. Para ellas, la mayoría solteras o divorciadas, el exotismo de estos surferos de pelo largo y moreno curtido por el sol, es el complemento perfecto a las vacaciones de arena y sal.

Como los amores de verano, estas singulares historias terminan en la terminal del aeropuerto, cuando el vaquero, con los bolsillos llenos, despide a la cariacontecida amante con un “hasta siempre”, frase que puede repetir en una decena de idiomas. Otros, los más listos, irán más allá en sus pretensiones y lograrán que ese flechazo interesado dure lo suficiente para llenar un poco más la hucha y lograr esa nueva tabla de surf, una moto más potente o incluso un coche. Por haber, hay quien incluso colecciona conquistas, y se apaña lo suficientemente bien como para que sus 6 ó 7 novias, una de cada país, no coincidan nunca en otras vacaciones en la isla.

En los últimos años, el gobierno ha tratado de poner coto a estos cowboys del siglo XXI, a los que varias ONGs equiparan a las prostitutas tailandesas. Sin embargo, la cruzada de unos y otros no impide que día tras día los vaqueros de Kuta sigan tomando la playa a la caza de mujeres con dinero en sus bolsos. Y es que, detrás de cada uno de estos jóvenes se esconde una historia atroz de miseria y desarraigo. De hecho, algunos están hasta casados, y buscan en estas amantes el sustento necesario que alimente las bocas que hay en casa. Otros, por el contrario, han convertido su afición en profesión, e incluso apuestan entre ellos por ver quién consigue la presa de más nivel.

Es el caso de Sihyá, quien confiesa con orgullo que tuvo un hijo con una australiana que le doblaba la edad. Todo empezó en la playa, cuando convenció a la chica de que necesitaba un guía para conocer los mejores rincones de Bali. A partir de ahí, y en apenas dos semanas, sus cariñosos servicios le permitieron acumular hasta una decena de regalos caros y le llevaron a dormir en una habitación de hotel varias noches seguidas. “Le dije que la quería en inglés, aunque también sé decirlo en otros idiomas”, asegura con prepotencia este sujeto que ya peina canas y sigue sin oficio conocido. “Yo la llevaba en mi moto a las playas, y ella me invitaba a comer en restaurantes caros”, relata Sihyá, a quien en Kuta tienen como un héroe por sus numerosas conquistas. Entre ellas, según afirma, hay varias alemanas, una francesa y americanas, aunque ninguna española, mujeres “calientes” que todavía no han podido ser doblegadas por este Don Juan de pacotilla.

Al chaval, sin embargo, hay que reconocerle algo de mérito, ya que, como él mismo expone en un inglés básico, “no se trata sólo de sexo; también las ayudo a sacar más baratas las compras, a llegar a todos los sitios y les doy el cariño que ellas necesitan”. Si es que son unos sentimentales, y los hay que para demostrarlo aprenden de memoria algunas poesías y tocan en la guitarra canciones de Eric Clapton. Todo sea por darle más credibilidad al papel que tienen tan bien aprendido y que seguro les permitiría optar al Oscar de la Academia.

El negocio, que genera al año millones de euros y provoca más de un sobresalto al gobierno balinés (al que le llueven las quejas diplomáticas), se ha trasladado desde Kuta a otros puntos del país, como Amed, Lovina o Ubud. Aquí los vaqueros no salen de día, pues hace mucho calor y no hay mar donde refrescarse. Tampoco llevan tabla de surf. En esta zona del centro del país son “artistas”. Pintan, esculpen, tallan… o se rascan la barriga hasta que llega la noche. Entonces, recogen sus largas melenas en coletas y arrancan sus ruidosas motos en busca de una buleh (extranjera) con ganas de sumergirse profundamente en la cultura balinesa. Cuando la encuentran, le hablan de Picasso, Rodin o Mozart, le susurran al oído los cuatro piropos previamente aprendidos y, como Clint Eastwood y Gary Cooper, las montan a la grupa de sus corceles de metal y las llevan a sus ranchos por un puñado de rupias.






No hay comentarios: