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viernes, 18 de enero de 2013

"Por muy mal que esté España, hay países con situaciones mucho más dramáticas"

"Por muy mal que estemos ahora en España, las situaciones de estos países son mucho más dramáticas. Aquí hablamos de esclavitud laboral, desnutrición por encima del 50%, tasas de mortalidad infantil que multiplican por 20 las tasas españolas…". La frase la pronuncia Juan López Doriga, director de Aecid, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. La frase es la respuesta a una pregunta: ¿Cómo le explicaría a muchos españoles que no entienden o apoyan que España esté invirtiendo dinero en otros países con la enorme crisis interna en la que está sumida? El mundo global, frente al mundo más cercano. La esencia de este mundo de la cooperación:"Los otros también somos nosotros".

Doriga está ahora en Mozambique, explicando las buenas nuevas y las malas. A él le han tocado los tiempos de los recortes y de ir anunciando en cada país que hay menos o no hay nada. La noticia buena para este país africano es que España ha decidido que sea uno de los 23 con los que seguirá cooperando en el futuro; la mala es que se ha pasado de los más de 60 millones de euros de años anteriores a una partida que superó los 8 millones en 2012. El recorte es global. "Hemos decidido dejar de cooperar en los 50 países con los que trabajábamos para concentrar nuestros esfuerzos en sólo 23", dice el director de Aecid.
 
 "Muchos países de América, nuestro principal foco de ayudas, han mejorado mucho sus economías y ya no necesitan de nuestra ayuda. En Asia, por ejemplo, pasaremos sólo a cooperar con Filipinas". Esos son los nuevos tiempos de la ayuda internacional española en este entorno de crisis. "Lo fácil era gestionar en los tiempos de bonanza. Ahora hay que medir todo mucho". En términos generales, los recortes reales se acercan al 30% en el último año. Pero los recortes han servido también para modificar un sistema de cooperación muy controvertido internacionalmente. "Antes se valoraba la ejecución de los proyectos. Tanto dinero dado para una escuela y la escuela era acabada. Ahora lo que queremos es evaluar resultados. Si nuestras acciones reducen la mortalidad infantil, o el analfabetismo…".
 
¿No hay toda una industria de la cooperación esparcida por el mundo, que vive profesionalmente de esto y que en muchos casos acaba impidiendo el desarrollo de los propios países receptores de ayuda? "Ese es el debate en todas las agendas internacionales. La idea es que sean los países los que sean los responsables de las acciones. Tener un control, pero evitar una dependencia de la ayuda". De hecho, en Mozambique Aecid ha decidido tener una serie de encuentros con los responsables políticos para que sean ellos los que presenten sus prioridades. "Escuchamos, evaluamos y actuamos", dicen en la Agencia. Los profundos cambios tienen que ver también con otros factores. "Ya no sólo se ayuda a erradicar la pobreza. Hay acciones por el cambio climático, políticas, sociales. Es un mundo muy complejo. Además, la iniciativa privada ha entrado con fuerza. Mire este dato, la Fundación Bill Gates manejó un presupuesto de 24.000 millones de dólares en 2010. En muchos casos se tratan de crear mecanismos innovadores económicos que permitan el desarrollo", explica Doriga.
 
Sobre el retorno de la cooperación, tomada como vehículo impulsor de la economía del país donante en el país receptor, Doriga opina que "la estabilidad de algunos países es evidente que tiene efectos positivos, pero la cooperación por base está ideada para luchar contra la pobreza". Esta es una cuestión latente en muchos países poco desarrollados. Un periodista mozambiqueño, en la rueda de prensa anterior a esta entrevista, pregunta al director de Aecid. "¿Cooperan con Mozambique tras el descubrimiento de los nuevos y grandes recursos naturales?". "Llevamos 30 años de ayuda en este país, mucho antes de que se descubrieran esos recursos", aclara Doriga a una cuestión que agita todo el continente: llegan ayudas y a cambio se van las enormes riquezas de sus materias primas.
 
Publicado en el diario El Mundo
Autor: Javier Brandoli

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